25/Febrero/2012 Santo Domingo, República Dominicana._ De las tres grandes figuras próceres del siglo 19,
fundadores de la República, Matías Ramón Mella Castillo representa la
expresión militante y decidida y el más adaptado a las actividades políticas de
una sociedad precapitalista.
Matías Ramón (que, por error, anteriormente se le
llama Ramón Matías) nació el 25 de febrero de 1816 en la ciudad de Santo
Domingo, hijo de Antonio Mella y Álvarez y Francisca Castillo Álvarez.
En Santo Domingo creció y vivió, adquiriendo para su adolescencia y
primera juventud fama de hombre de valor. Se le reputaba como muy diestro en el
uso de la espada y el sable.
Como de otras figuras de la historia dominicana,
poco sabemos de la vida de Mella en sus primeros tiempos. En 1835, a los
diecinueve años, es nombrado "Preposé", o encargado de la común de San
Cristóbal. Al parecer allí se dedicó también al negocio del corte de madera,
actividad de la que se ocupaba Antonio Duvergé lo que supone que se conocieron
desde entonces.
Contrajo matrimonio a los veinte años con la joven María
Josefa Brea, perteneciente a una familia burguesa importante, aunque ninguno de
los dos aportó grandes bienes al matrimonio, según hace constar en el
testamento fechado 5 de mayo de 1859. Fue ya casado, cuando al parecer adquirió
sus bienes y propiedades, parte de ellos por vía hereditaria tras el
fallecimiento de su padre en febrero de 1837.
No se sabe tampoco cuando conoció a Juan
Pablo Duarte pero, fundada la sociedad secreta "La Trinitaria",
se adhirió a ella en calidad de "comunicado", junto a Francisco
del Rosario Sánchez y Félix María Del Monte. Duarte vio en Mella un
discípulo de condiciones excepcionales y lo designó para substituir a Juan
Nepomuceno Ravelo cuando éste fracasó en las gestiones que le encomendara,
de llegar a un acuerdo con los dirigentes haitianos cuando se organizara el
movimiento de la Reforma (paso previo para alcanzar la independencia).
Todavía en 1842 residía o visitaba con frecuencia
a San Cristóbal ligado al negocio del corte de madera. En enero de
1843 fue comisionado por Duarte para trasladarse a la villa haitiana de Los
Cayos de San Luis, al sur de la isla, para hacer contactos con los
revolucionarios reformistas adversarios del presidente Boyer. La táctica
correcta de Duarte de aliarse con los enemigos de Boyer, encontró en Mella
un agente capaz de sumar a los militares y civiles que encabezados por Charles
Herard, querían el derrocamiento del presidente de la república que tenía más
de veinticinco años gobernando, y cuyo mandato se había convertido en una
represiva dictadura, situación que facilitaba los planes de Duarte frente al
régimen.
A su regreso de Los Cayos, luego del derrocamiento
de Boyer, Mella se trasladó al Cibao Central como agente propagador del
ideal republicano. Cuando Charles Herard, como Presidente de la República,
visitó la parte oriental, a su paso por esa región ordenó la prisión de Mella,
Rafael Servando Rodríguez y el sacerdote Juan Puigbert, acusándolos de querer
destruir el ejército y los remitió a Puerto Príncipe donde permanecieron dos
meses detenidos, regresando en septiembre a la parte oriental.
Los sucesos se precipitaron y, en ausencia de
Duarte, junto a Sánchez, activaron los preparativos revolucionarios. En
enero de 1844 ayudó a Sánchez, jefe del Movimiento, a redactar el Acta de Independencia y,
a sugerencia suya, se le llevó a Tomás Bobadilla para su revisión.
En la noche del 27 de febrero de 1844 es de los
primeros conjurados en llegar a la Puerta de la Misericordia. Exhorta a unos
pocos temerosos a no abandonar el lugar y, audaz e impulsivo, Mella dispara su
famoso trabucazo en la Puerta de la Misericordia, partiendo desde allí los
conjurados hacia la Puerta del Conde, donde es proclamada la República e
izada la Bandera Dominicana.
Proclamada la República, forma parte de su primera
Junta Central Gubernativa, presidida primero por Sánchez y luego por Tomás
Bobadilla, convertido en la figura determinante de la misma. Para los primeros
días de marzo parte para el Cibao como Gobernador del Distrito de Santiago y
Delegado de la Junta Central Gubernativa, pero en realidad es el jefe político
y militar de la región más importante del país. Ostenta el rango de Coronel del
naciente Ejército Nacional, que será el Ejército Libertador. Hace venir a José
María Imbert, de Moca, y lo nombra su segundo en el mando militar.
A mediados de marzo llega a territorio dominicano
el señor Teodoro S. Heneken, procedente de Cabo Haitiano, y advierte a las
autoridades las intenciones de invasión por parte de Haití. Solamente Mella es
receptivo a los informes del viajero. Deja instrucciones a Imbert de
lo que debe hacer y recorre la región reclutando hombres y tomando posiciones
que revelan su gran capacidad militar organizativa. Cuando comienza la batalla
de Santiago, Mella no se encuentra en el lugar del combate, aunque parte
importante de los méritos son suyos porque dispuso las primeras instrucciones y
escogió a Imbert como lugarteniente...
Los acontecimientos tomaron un giro diferente
después de la victoria de Azua el 19 de marzo. Duarte se presentó en el Cibao y
Mella, entusiasmado e impulsivo, lo proclamó Presidente de la República. Esa
acción rompió el equilibrio de las fuerzas que dirigían la joven república y
terminó imponiéndose el sector social más atrasado, encabezado por Pedro
Santana y Tomás Bobadilla. Los auténticos héroes nacionales son
declarados traidores a la patria y expulsados de por vida del territorio
nacional. Volvió, junto con Sánchez, al país en 1848 amparado por la amnistía
decretada por el Presidente Manuel Jiménez.
Cuando Faustino Soulouque invade el país, Mella se
incorporó al Ejército, destacándose en la famosa Batalla de Las Carreras y
termina siendo secretario de Pedro Santana. Luego de la renuncia del Presidente
Jiménez, electo Báez Presidente de la República, en septiembre de 1849, es
nombrado Secretario de Estado de Hacienda y Comercio. Separados y enemigos
Santana y Báez, Mella seguirá al lado del primero. Siempre lo prefirió al
segundo, hasta que la causa de la anexión a España los enemistó para siempre.
Entre 1849 y 1861, en enero, cuando rechaza frente a Santana el proyecto de
anexión, ocupará Mella importantes cargos civiles y militares. Comandante de
Armas, Ministro de la Guerra, Gobernador, Ministro Plenipotenciario y Enviado
Extraordinario en Misión Especial frente al Gobierno español, para gestionar el
reconocimiento de la República o del Protectorado. En julio de 1856 se le
encomendó preparar un proyecto de ley para organizar el Ejército. Ya se le
tenía y respetaba como un entendido en asuntos militares.
Y lo demuestra cuando se inicia la Guerra
Restauradora. Incorporado al Movimiento, en agosto de 1863, se le confiaron
importantes misiones. Viajó al sur atravesando la Cordillera Central por
Constanza, con el encargo de organizar las tropas restauradoras dirigidas por
Pedro Florentino. Es designado Ministro de la Guerra y elabora el Manual de
Guerra de Guerrillas que dirige por medio de una circular de fecha 26 de enero
de 1864 y que recoge toda la experiencia del pueblo dominicano en esta forma
singular de lucha.
El general Mella, mientras rendía sus útiles
servicios a la causa, fue atacado de disentería y exhaló el último aliento en
extrema pobreza el 4 de junio de 1864. Vivía entonces en una mala casita, de
las improvisadas después del incendio, sita al pie del fuerte San Luis, en
Santiago de los Caballeros. Murió con la singular distinción de ser dos veces
prócer de la República. Pidió que lo enterraran envuelto en la Bandera
Nacional y, así se hizo.